Bruno Fuentes
Psicoanálisis
Me siento sólo en el diván
como si el mundo me fuera
a interpretar el inconsciente.
Le digo que ni se esfuerce.
Le digo que estoy hecho
de piedras y de versos,
de charcos sin fondo;
se moriría en el intento.
Le digo que no es cierto,
en realidad no estoy
hecho de eso y le invento
alguna otra cosa.
Le confieso que pienso en él
cada vez que me da insomnio
y no puedo descansar.
Le confieso que su forma
de ojo abierto se transmuta
en mi pecho, se traslada a
mi mano, se abre y cierra
entre las llamas de mis dedos.
Le pregunto si todo eso
se puede fraguar en una
palabra.
Entonces el mundo abre el hocico y
las cejas como un lobo hambriento,
exhibiendo sus colmillos
y saliva donde
el tiempo se retuerce,
me muerde el cerebro
como si fuera una fruta,
y me dice que no es cierto;
esas piedras no son
piedras y esos versos
no son versos.
Son el símbolo de otra cosa
como un trauma de la infancia
o un poema donde el mundo
y mis sueños se entrelazan,
contándose enigmas arriesgados.
Me dice que él piensa en mí también
cuando no duerme, que
se abre en mi pecho y se cierra
en el poniente, que las llamas
de mis dedos son la voz del
inconsciente gritando
para que alguien lo contemple.
Me confiesa que el laberinto
de su cara conduce a
otra onírica figura,
conlleva la música de un
sueño más hondo en que el diván
y la piel son una misma
criatura; la misma desnuda
medicina para una
viva y fugaz enfermedad.
Me siento sólo entonces.
El mundo aprieta mis sienes
e interpreta el movimiento
de mis pies bajos sus dedos.
La referencia de este poema es: Calzada de las Águilas